Dicen los estudiosos que el hipocampo es el escribano del cerebro. Una estructura cerebral profunda con forma de caballito de mar (al menos en los primates) que está muy relacionada con la memoria. Yo con estos datos me viene rápido a la imaginación un bibliotecario “seahorse” ordenando las vastas estanterías de nuestra memoria, con sus gafitas y todo.
Y me llama la atención poderosamente uno de los últimos estudios científicos que presentaban hace unos días en la radio en el que llegaban a la conclusión de que el hipocampo era el responsable de guardar los recuerdos del SER. Todo aquello que vivenciamos y terminamos decidiendo de alguna manera que tiene que ver con nuestra propia identidad acaba siendo guardado en el hipocampo.
Así que podemos decir que nuestra identidad se guarda en el hipocampo… si no se guarda esa información en el hipocampo no formará parte de nuestra imagen de nosotros mismos… Y fue entonces cuando me pregunté: ¿y qué tipo de cosas se guardan en el hipocampo?
Toda vivencia que la cual yo tenga la impresión de que lo que ocurre es algo que me ocurre a mí, toda experiencia de vida que sea significativa para mí, todas las veces que siento que lo que está pasando es importante para saber quién soy y todas las ocasiones en las que los que vivo marca un antes y un después llegarán a formar parte de la gran biblioteca del hipocampo.
Y ocurre que ya sabemos (también desde la ciencia) que cuando escuchamos un cuento, una historia, una película, una serie, y llegamos a identificarnos con el protagonista, todo el tiempo que dura esa experiencia el cerebro apenas puede distinguir entre nuestra identidad y la del héroe de la narración. Así que cuando escuchamos un cuentos SOMOS el protagonista, aunque sea por unos minutos.
Y la conclusión es directa. Si cuando escuchamos un cuento somos ese cuento y nos identificamos con el protagonista, el cuento directamente se registrará en el hipocampo. Lo que le ocurre al niño o al príncipe del cuento nos está ocurriendo a nosotros. Somos el príncipe. Y por lo tanto también la resolución del conflicto del cuento también será nuestra.
Asi que ahora me atrevo a decir, con más soporte científico, que los cuentos ayudan a crecer. Pues un cuento regala nuevas formas de ser a nuestro hipocampo. Los cuentos los guarda nuestro caballito de mar en una gran biblioteca, ahí, dentro, muy dentro de nuestro cerebro. Junto a las cosas importantes, en el pasillo del SER, en la estantería de YO, junto a los autores que resuelven los grandes problemas de la vida.